Era el día previo de su natalicio, la celebración había iniciado el día anterior junto a unos amigos swinger. Había sido una noche especial para Ella, diferente a otras experiencias -a pesar de haber transcurrido con normalidad. Para Él había sido otra noche swinger, siempre divertida y excitante, pues se encontraba la razón de sus delirios y lujuria presente: ¡Ella!. Sin embargo, algo cambiaría esa noche en la piel, en la imaginación y el deseo de Ella; Él desconocía esa transformación, ignoraba su descubrimiento -sabía que había gozado-, ¡siempre lo hacía!. Ella no podía ocultar o fingir sus emociones, mucho menos su placer, su cuerpo es demasiado pequeño para contener todo lo que es capaz de sentir, por ello siempre que lo necesita estalla en llanto, en risa, en furia y en gemidos -gemidos suaves, gemidos fuertes, gritos ahogados y gruñidos- ¿Cómo ignorar su placer?.
Sin embargo, Él siempre pregunta: ¿la pasaste bien?, ¿te gusto?, ¿Cómo te sientes?… preguntas de rigor para Él -en búsqueda de confesiones, de algún detalle que haya omitido, de algo que se hubiera escapado- siempre se olvida o se ignora algo, ¿no? -y Él siempre quiere saberlo todo. Ella responde con tranquilidad, segura y en pocas palabras: ¡bien!, ¡la pase muy rico…fue muy divertido! Pero Él sabe eso, quiere detalles, quiere recrear lo que vivió, escuchar y sentir su versión. Rememorar el placer que le suscita esa musa de la lujuria, esa poderosa afrodita que yace recostada en el asiento de copiloto del auto; ¡pero es tarde!, o tal vez muy temprano, sus energías se agotan, quiere dormir, a Ella no le gusta hablar de ello -ya lo vivió y gozó-, su piel lo recuerda, sus labios y sus piernas se resienten de ese placer, no necesita hablar de ello, ¡ha quedado escrito en su piel!.
Él sabe que no obtendrá nada más, su curiosidad y obsesión tendrán que esperar. Él necesita rememorar lo ocurrido, lo sentido, lo compartido; su piel no es un buen papiro -anduvo mucho tiempo cautiva, en letargo, esperándola a Ella-, aunque sin saberlo o esperarlo. Su memoria es mala, su piel estuvo acartonada demasiadas estaciones; aunque sus sentidos son inquietos y su imaginación prolija, ¿sus emociones?, sus emociones son demasiado controladas -al menos lo eran antes de conocerla a ella-, ahora solo quiere sentir, sentir como ella siente, ¡con pasión!
Ella duerme en el auto, mientras El conduce agotado sin dejar de observarla en su traje negro, se concentra en sus piernas, cubiertas por unas delgadas medias incapaces de ocultar el blanquecino de su piel -quiere abrirlas, posar su cara entre ellas para sentir su humedad y volverla a oír gemir- ¡oh!… ¡aaaaahhhhmm!… ¡aaaaaahhhhh! -¡no sucede!… está conduciendo y ella descansando -no importa-, igual -algo se mueve dentro de su pantalón.
A Él le queda un aliciente, un premio, un recordatorio o bitácora de su lujuria, siempre está ansioso por llegar a casa, verlo y regocijarse en sus hallazgos, en las curiosidades -y sobre todo poder verla a ella- el motivo y motor de toda su lujuria. Avanza, conduce, acelera y maldice -hoy no habrá premio-, ¡no filmó nada!
El día avanza y el planea lo que se avecina, por supuesto ya lo había ideado antes, con menor detalle de lo que acostumbra, pues no contaba con los medios para ser muy específico o planear a lo grande. ¿Que se avecina? -una fiesta, no su fiesta desafortunadamente, solo una fiesta cualquiera, que no será una fiesta más. Algo pasara esa noche, empezó a ocurrir la noche anterior, tal vez muchas lunas atrás, pero Él lo desconocía y puede que ella también.
Llegan al lugar, no es tarde, pero a Él le gusta llegar temprano y deben esperar para entrar, no van solos y sus acompañantes aun no llegan -así que para Él- ya es tarde. Está ansioso, siempre lo está en esos lugares. Se siente cómodo y disfruta del ambiente, pero siempre algo puede salir mal y no quiere que esa noche ocurra. Es el natalicio número 30 de Ella. Él quería una celebración especial, ¡memorable!, digna de la década que inicia, pero no lo había logrado, no tenían dinero, era una época dura y sus cinturones estaban apretados; Sin embargo, Él tenía un secreto, un haz bajo la manga, una herramienta -pero no era segura-, todo era incierto.
¡Por fin adentro! …, es un bar ubicado en un sótano, no es pequeño, pero son muchos los asistentes. Pasean por el lugar explorando las exposiciones eróticas, las fotos, los productos. Ella saluda y es bienvenida -es recibida-, los demás solo observan, son solo otros asistentes, Ella no, Ella es una diva, su diva.
La fiesta es aburrida, casi siempre lo es, el tiempo avanza lento y la diversión mucho más, Él no sabe qué hacer, quiere que se divierta, que sea especial, que sea un caos, como el lema del evento; Ella se divierte, casi siempre lo hace, su especialidad es esa, divertirse si así lo quiere.
Se separan, cada uno llevo amigos y no deben abandonarlos -sin embargo- Él no puede estar lejos de Ella, quiere asegurase que la esté pasando bien y – ¿sí lo está haciendo?- no quiere perdérselo. Recorre y transita el bar, se detiene de vez en cuando a fisgonear las exposiciones y observar las fotografías expuestas de Ella en la pared -se enorgullece- ¡Es una diva!… ¿No?, nadie responde -es obvio- no se lo pregunto a nadie, ¡solo lo pensó!. Continua su recorrido y la encuentra… baila sobre la barra del bar junto a una vieja conocida, muchos las observan y vitorean, el solo puede ver a una: lleva una falda corta de jean sobre una malla enteriza con diferentes agujeros que permiten ver parte de su piel desnuda, blanca y húmeda por el esfuerzo del baile y el sofoco del local. Parece que se divierte -Él se sonríe.
La noche avanza, pero el ambiente es soso, lento y pesado, hay amenazas de juegos y shows que pueden encender el ambiente, pero tardan, nada está listo, la fiesta decae. Aun así, Ella se mantiene animada -la gente la felicita por su cumpleaños y eso la alegra. Él sin embargo no está satisfecho, quiere hablar de su herramienta, ambos la han usado antes en diferentes contextos. Ella sabe que los demás la usaran, no le molesta, por Ella está bien; Él se la ofrece, quiere que los dos la prueben y vivan la experiencia juntos, quiera verla muy feliz -no funciona.
– Tómala tú si quieres, yo estoy bien –dice.
– ¡Mierda!
Los demás toman, uno de ellos lo invita a hacerlo, pero Él no quiere así. Sí quiere tomar… pero con ella y para ella.
Si Él sabe hacer algo, es persistir -entonces- insiste.
– No quiero, me da miedo y así estoy bien –insiste.
– ¡Mierdaaaaaa!. El recurre a usar la vergüenza, la vergüenza de rechazar un regalo -mi amigo la trajo para nosotros, para los dos, solo quiero hacerlo si es contigo, nada más- ¡Accede! -Ahora Él es feliz.
Se avecina un evento, Ella está ansiosa, siente un ímpetu por todo su cuerpo que la impulsa a moverse -pero no es posible- ¡es muy pronto!…
Él no siente nada. Ella quiere bailar, bailan. Ella quiere besarle, se besan. El efecto aún no ha llegado, Él está seguro. La supervisa y observa.
El evento llega, es un baile. Un baile de una mujer grande, exuberante; grandes piernas, musculosas pero estilizadas; senos operados (por supuesto), son muy firmes; rostro femenino -algo santandereano piensa Él- todos llevan observándola mucho tiempo, es atractiva, llama la atención, -pero surge la duda rápidamente, ¿es mujer? ¿es hombre acaso? No importa lo que sea, todos la miran. Se sube al escenario, es un pequeño taburete adaptado como tarima, queda a la altura de las piernas de todos aquellos que se arremolinan alrededor del cuadrado donde ella bailara. Ellos están en primera fila, siempre intentan estarlo -les gusta ver. El show se retrasa, todos esperan impacientes, es posible que Ella este más impaciente que los demás ¿cómo no estarlo?, es su cumpleaños, ha consumido éxtasis y sabe la verdad sobre la persona que todos esperamos en la tarima: ¡es una mujer trans¡
Inicia el show, lleva un traje con ella que empieza a caer poco a poco a medida que baila y contornea su cuerpo, el ambiente es asfixiante, ¡suda!… suda mucho, su cabello está húmedo, su piel caliente. Se nota a la distancia, su ropa sigue cayendo. Los espectadores gritan, chiflan, piden más, están eufóricos, sorprendidos de ver a este hombre, ahora mujer, bailar tan bien. Pero lo que más debe extrañarles es que sí, ¡es un hombre! ¡Tiene pene! -pero les gusta, a todos les gusta.
Ella está emocionada, grita como los demás, baila al ritmo de la música, pero también de los movimientos de aquella que todos vitorean, la persigue e imita, la sigue con su mirada, sus miradas se han cruzado muchas veces. Él está cerca, lo ha notado y cree saber lo que se aproxima. El show está a punto de terminar, queda casi desnuda, no hay más prendas que retirar, excepto aquella que escandalizaría a muchos y seguro decepcionaría a los pocos incautos que no lo han notado -estira su mano y se la ofrece a Ella… ¿a quién más?… -¡Sube!- está emocionada y Él supone que excitada. Bailan juntas, se tocan tenuemente, sus manos rozan con timidez el cuerpo de la otra y comparten la humedad de sus siluetas, la gente está enloquecida, son dos bellezas exóticas danzando… todos gritan -Él observa. No soportan más la tentación… se besan, sus lenguas se entrecruzan, no es un beso para el show, no es fingido, lo disfrutan, lo deseaban. Todos estallan en gritos -¡Él sonríe!
Ella está en shock, se siente orgullosa y sorprendida de haber sido elegida por quien-para Ella- es una celebridad. Se siente especial y sexy -¿cómo no?- ¡Lo es!
Se sumerge en su viaje emocional por descubrir lo sensual y especial que es, pareciera que no lo hubiera sentido o sabido nunca, es como si descubriera su existencia por primera vez, encontrándose deseada, poderosa, magnifica y satisfecha de ser quien es. Orgullosa de ser una diva. ¡Su diva!
Recorren el bar juntos, acompañados del placer y la satisfacción que la embriaga; ya no hay duda, la droga ha cometido su fin y ya no quedan miedos, dudas, egos ni barreras entre ellos. Son dos seres que caminan como uno, piensan diferente, sienten diferente, pero se ven y sienten como uno, casi como si fueran una unidad constituyente de algo más grande y poderoso que ellos mismos y de aquellos que les rodean -son indivisibles. Se abalanzan entre ellos, parecen bailar, pero es más que eso, están sincronizados, son un metrónomo que se balancea de un lado al otro, izquierda-derecha, delante-atrás, siempre unísono, siempre juntos… se acarician el alma mientras se suspenden abrazados sobre un área pequeña… izquierda-derecha, ¡y danzan!.
La euforia es demasiada, no es posible mantener ese andar pausado, en especial para Ella, su cuerpo le exige correr. Sube a la plataforma donde antes fue arrastrada a descubrir su verdadera naturaleza -encuentra a otra pareja bailando- no duda en acercarse y empieza a contonearse con ellos, contra ellos. La aceptan, nadie la rechaza; Él observa desde abajo, cautivo siempre de sus gestos, de su libertad. Quiere subir, pero no se atreve, le gusta mirar y aun es tímido, teme el rechazo, teme incomodar a alguien, a Ella especialmente -¡y aguarda! No soporta mucho tiempo y asciende.
Eran dos, con Ella fueron tres y ahora son cuatro -Cuatro amantes, dos desconocidos y danzan-, Él se excita, su pantalón lo delata, Ella no lo nota, está disfrutando y Él se excita más -se torna ansioso- se pregunta… ¿que pasara?, ¿que sigue?, ¿qué quiere Ella?, Él sabe que quiere:…bésenla… bésenla… bésenla…, el grupo se separa y ellos siguen bailando, inundados en sus deseos.
La noche es joven, o eso parece. Saltan de un lado al otro, Ella habla con todos aquellos que la conocen, nadie la rechaza o se incomoda, Ella no lo nota casi nunca, pero Él sí -todos la observan y la admiran- ¡Él la admira! Su felicidad es inmensa, nunca la oculta y en ese estado es inconmensurable, quiere hacer todo y de todo a la vez, en ese momento, ¡ya! -¡no, no!- después -pero, ¿seguro lo hacemos?- afirma y solicita. Quiere sentir, necesita bailar, desea hablar…. ¡y habla!.
Hablan de muchas cosas y de pocas, algunas importantes, otras irrelevantes, otras que luego olvidan, hablan de todo y de nada; pero una conversación se torna interesante, impactante y reveladora. Ella habla, y en su hablar, confuso y desorientado pero consciente, responde a las preguntas e inquietudes que Él siempre hace tras una experiencia erótica.
Ella confiesa y comparte el placer experimentado la noche anterior, rememora aquellos instantes donde se sintió plena, deseada, única y tremendamente vigorosa al convertirse en el centro de atención de otros, aquellos que observaban con facilidad lo que Ella se negaba a contemplar: ¡Su Poder! -¡Su EROS!. Comparte sin rodeos las sensaciones, los placeres que vivió –Él la escucha con atención-, sorprendido pero encantado de saberlo, siempre lo ha sabido -¡lo nota!-, pero pocas veces lo había escuchado…
Aún faltaba más, algo más importante y extraño había despertado esa noche y ya no temía ocultarlo, quería gritarlo, tal vez Ella no sabía de qué se trataba, que sensación se apoderaba de Ella, ¿Porque era tan poderosa? ¿Porque no podía acallarla? ¿Porque la excitaba tanto que necesitaba compartirlo, con Él y con los demás?… el conocía bien esa sensación, lo ha acompañado mucho tiempo, con más vigor desde que la conoció -y cuando Ella lo confesó-, con total naturalidad, sabiendo que encontraría un cómplice-el éxtasis ¡estalló!- pero… en Él.
No podía creerlo, no sabía cómo reaccionar, estaba excitado, complacido y su cabeza empezó a maquinar inmediatamente. Había planeado muchas cosas a la fecha, he imaginado otras tantas –Ella conocía sus planes, deseos y necesidades, y Él conocía las de Ella; ¡pero esta no! …¿aquélla?, era nueva, nueva para los dos, genuina e inesperada –un parto esperado por Él, que al fin daba fruto, y era un fruto dulce, jugoso, suave; uno que debió ser cultivado con cuidado, muchas veces con torpeza -admitió para Él- pero que estaba justo enfrente ahora, habían hablado de esas cosas tantas veces, realizado varias, pero Él nunca había sentido esto, no de esa manera; era una oportunidad única para Él –pues Ella, ¡ELLA!… tenía una FANTASÍA.
Ese día se celebró su cumpleaños número 30, se descubrieron y encontraron como una unidad y se celebró el natalicio de su primera -verdadera… ¡fantasía!.
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Mauricio Escruceria @maoe.fotografia