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Arte Erotico – Luis Caballero Holguín – Pintor Colombiano

Arte Erotico – Luis Caballero Holguín – Pintor Colombiano

Luis Caballero (Bogotá, 27 de agosto de 1943 – 19 de junio de 1995) fue un pintor colombiano.

En su obra se caracterizó por la pintura de desnudos especialmente masculinos de fuerte contenido erótico. Caballero Holguín fue abiertamente homosexual.

En 1961 inició sus estudios en Bellas Artes en la Universidad de los Andes en Colombia allí reconoció la influencia que en su obra ejercieron el pintor Juan Antonio Roda y su maestra la artista Marta Traba.

En 1963 viajó a Francia donde ingresó a la Académie de la Grande Chaumière de París allí vivió por varios años. En este periodo dijo sentirse influenciado por la obra de De Kooning y la de Bacon.

Regresó a Bogotá en 1995 con ocasión de una exposición de una serie de dibujo en la Biblioteca Luis Ángel Arango, el 19 de junio falleció a los 52 años de edad víctima de un síndrome cerebeloso que venía deteriorando su salud.

 

 

Entrevista a Luis Caballero por Ramiro Ramírez

CABALLERO Y EL EROTISMO

Ramiro Ramírez:

Desde hace varios años tú manifiestas sin temor en tu pintura la posibilidad de expresar una situación erótica, y a la vez dentro de esa situación se encuentra una expresión de placer y violencia…

Luis Caballero:

Para mí el erotismo es uno de los elementos más importantes en mi obra y no solo de una manera consciente sino también inconsciente. Desde que empecé a pintar seriamente yo sólo he pintado el cuerpo humano por ser éste el único tema que me apasiona de verdad, y a través del cual me siento capaz de poder expresar cualquier cosa. En un principio esos cuerpos que yo pintaba eran mucho más violentos y brutales; mucho más sexuales también, me parece; pero menos eróticos que los que hago ahora. El erotismo es lento y el sexo es rápido. Yo hacia una pintura rápida. Eso duró hasta el año 68 con el cuadro de la Bienal de Coltejer que fue una especie de resumen y apoteósis de esas formas orgánicas, directas y brutales.

R.R.: Y luego?

L.C.:

Luego suceden dos cosas: Primero me vine a vivir a Francia lo cual lógicamente produce un corte en mi vida y por lo tanto en mi obra; y por otro lado me di cuenta que esos cuerpos que yo pintaba, y que más que cuerpos eran simples formas orgánicas, se volvían cada vez más monótonos; se estaban volviendo una fórmula. Yo ya sabia como hacer un cuadro y lo seguía repitiendo indefinidamente; (Esa monotonía venía, pienso yo ahora, de que es imposible renovarse sin una base o estudio del natural. La imaginación visual de un hombre no es nada comparada con la de la naturaleza.)

Como yo insistía en la representación del cuerpo humano me puse entonces a estudiar de ver cuadros de esa época, por ser más laboriosos, perdieron parte de la fuerza anterior. Pero a mí me parecía que esa fuerza se podría recuperar una vez pasada la época «laboriosa», mientras que los peligros del formalismo anterior llevaban a un callejón sin salida.

R.R.:

Cómo se te presenta ese trabajo con la anatomía?

L.C.: De dos maneras distintas: como estudio y como placer. Al dibujar un vientre del natural por ejemplo, no estoy dibujando simplemente la idea del vientre que era lo que hacia yo antes en mí pintura. (Idea directa y que producía una impresión directa). Ahora al dibujarlo lo estoy estudiando y tratando de comprenderlo. Lo estoy analizando. Y por otro lado y en la medida en que lo estudio lo estoy acariciando, lo estoy deseando y lo estoy gozando. Ese goce, erótico naturalmente, aparecerá en el dibujo o al menos eso espero.

Para resumir, cuando estoy dibujando un cuerpo del natural trato de sentirlo y comprenderlo tan directamente y tan amorosamente como si estuviera haciendo el amor. Digamos que es una manera sensual y erótica de estudiar la anatomía.

R.R.: Es de allí de donde parte la significación de su obra?

L.C.: Sí, porque me siento no pintando sino haciendo, conociendo una persona. La pintura en realidad me interesa muy poco. No me interesa «Hacer un cuadro», lo que quiero es hacer gente. Hacer esa persona que quisiera tener y que no tengo. En ese sentido es una pintura de frustración.

R.R.: Cuando se trata de un gran cuadro en el cual tú ubicas diferentes cuerpos, existe el mismo placer?

L.C.: No. La pintura es diferente. Yo te estaba hablando del placer que puedo sentir y que trato de transmitir cuando dibujo del natural; pero una pintura nunca la hago directamente del natural sino en base a mis dibujos. Ese trabajo se realiza en dos etapas distintas: Primero, y partiendo de la idea que me impulsa a hacer el cuadro, decido toda la parte que podríamos llamar formal de la obra hasta tener una idea bien precisa de lo que ha de ser el cuadro terminado. Esa idea puede evolucionar durante la realización, pero eso no importa, lo que te digo es que necesito ante todo partir de una idea clara. Esa primera fase del cuadro me exige un trabajo frío y desapasionado. Luego viene la segunda etapa que es la sensual, la erótica si tú quieres. Y es ahí que reencuentro el sensualismo que tuve al hacer los dibujos y que se añade a la sensualidad de pintar, mas la sensualidad cada vez más fuerte de unión erótica y casi carnal entre la figura que estoy pintando y yo mismo.

Como ves no es ya el erotismo directo a partir del modelo, sino transpuesto a través del dibujo que estoy copiando y fetichista con la figura que estoy pintado, que estoy haciendo. Una especie de complejo de Pigmalión tal vez.

R.R.: Y la idea primera de que hablabas, cómo llega?

L.C.: No sé. Es muy vago. De mil maneras distintas. En general esas ideas vienen de los dibujos que hago del natural, pero también pueden venir de algo que veo de repente, o de una foto en un periódico, o de una foto que yo hago, o inclusive de un cuadro que veo por primera vez. De todas maneras siempre es una especie de visión repentina. A partir de algo veo una imagen: esa imagen se vuelve inmediatamente un cuadro en mi cabeza. Luego hago un dibujito rápido. La anoto, la apunto, la escribo, la describo para no olvidar, y luego, con calma empiezo el cuadro.

R.R.: Y qué dices de las expresiones de los cuerpos en tus cuadros.

L.C.: Esas expresiones y esas posiciones en que se encuentran las figuras son tal vez la parte más rebuscada de mi pintura. La menos directa, la más artificioso. Es la parte de búsqueda en mi trabajo. Yo creo que hay actitudes más dicientes, más claras, más directas. (No es por casualidad ni por copia que desde hace dos mil años se repiten siempre las mismas poses en la pintura occidental). Y yo trabajo buscando la pose que va a «decir» claramente lo que quiero decir; o mejor aún, la pose que no va a» decir» claramente, puesto que no es claro ni simple lo que pretendo decir; y de ahí la ambiguedad en las actitudes que puedan ser de placer y dolor al mismo tiempo, de lucha o de amor, de muerte o de éxtasis. Esa ambigüedad existe ya de por si en la naturaleza, y si yo la busco y la exagero en mi pintura es porque me apasiona en la vida real y que mi vida está íntimamente ligada a mi pintura.

R.R.: Tú dejas ver la posibilidad que existe de crear en el arte…

L.C.: Crear no sé. Eso es imprevisible e incomprensible. Pero se puede buscar la manera de Regar a la creación. Y en esa búsqueda el artista está solo. Solo con sus sentimientos y sus emociones delante de la tela y sin que le sirvan para nada o muy poco las experiencias de los otros. La experiencia artística es algo completamente personal, intuitivo y arbitrario. Un poco como la idea de la Gracia en religión. Dios la da o no la da. Y vaya usted a saber por qué. Se necesita un estado de gracia para hacer una obra de arte; para crear un objeto (porque una pintura es un objeto) capaz de transmitir emociones. Hay quienes se pasan la vida tratando y nunca lo logran, a otros les sale siempre, o de repente, o solo una vez. Es frustrante en todo caso, y más aún si se piensa que el pintor mismo es quien menos puede saber si es arte o no lo que está haciendo.

R.R.: Tú buscas la realización del deseo o del placer?

L.C.: Las dos cosas. Pero de todas maneras el deseo es ante todo la búsqueda del placer: No te parece?

R.R.: Tú expresas el deseo y la realización de ese deseo en la medida que vives el placer?

L.C.: Hablas de mí pintura me imagino. Y en mi pintura el placer existe constantemente y lo vivo a todo lo largo de su realización. Lo vivo al hacer los dibujos del natural, y lo vivo de nuevo en el cuadro por el simple placer de pintar. Lo vivo luego en la unión profunda que se establece con la figura pintada. Además existe la parte intelectual de querer representar el placer en cierta manera.

R.R.: Tú dices que pintas el cuerpo que hubieras querido tener. Como ideal?

L.C.: Yo tengo en la cabeza una idea muy precisa de la belleza ideal y a la cual desgraciadamente yo no pertenezco. Eso es un motivo de frustración constante porque para mi la belleza es algo muy importante. Me queda sin embargo la posibilidad de poseer esa belleza dentro de una relación erótica o simplemente pintando. Pintando ese cuerpo bello que no tengo y que quiero poseer.

R.R.: Tú creas la belleza que no posees…. y luego?

L.C.: Y luego nada. Como te decía en cierta manera me la apropio al pintarla. Me la apropio y la gozo. Aunque en realidad te confieso que yo preferiría, si me tocara escoger, hacer más el amor que pintar. Como te decía no me interesa hacer un cuadro, lo que me interesa es hacer personas por falta de esas personas, y quisiera que las figuras que pinto me produzcan, y no solo a mí sino al espectador

R.R.: Yo tengo la impresión que el placer te juega malos momentos.

L.C.: Puede que te parezca que el placer y el deseo en la pintura son ridículos y efímeros y malsanos. Yo creo que simplemente son distintos; y tal vez más fuertes y tal vez más duraderos. Más difíciles también puesto que para pintar bien, y con placer, y eróticamente como yo pretendo hacerlo, se necesita estar en un estado de armonía perfecta con el cuadro. Y eso es lo difícil; ese es el gran trabajo, llegar a crear por todos los medios esos momentos de armonía perfecta en que uno se siente capaz de cualquier cosa porque es en esos momentos privilegiados que se hacen las buenas pinturas. Yo creo que los grandes artistas son gente que logran condicionarse a si mismos para lograr esos momentos durante los cuales ellos crean obras que luego producirán los mismos momentos en el espectador.

Los momentos de placer erótico en cambio, y por perfectos que sean , son siempre demasiado cortos y no producen sino cansancio.

R.R.: En el momento en que tú no puedes tener un placer erótico en contacto con tu propio cuerpo tratas entonces de crear ese «momento» en tu obra?

L.C.: Sí. Para poder pintar trato de Regar a esos momentos y eso por todos los medios así sean rebuscados y artificiales. Artificiales porque se trata de una pintura y que es naturalmente mucho más difícil emocionarse con una tela blanca que con un cuerpo de carne y hueso.

R.R.: Crees que el erotismo tiene una forma especifica en cada artista?

L.C.: Naturalmente. El deseo erótico es siempre personal y distinto en cada caso. Y yo creo que siempre está en la base de toda creación. En mi pintura por ejemplo, si yo trato de analizarla, veo dos fuentes eróticas: por un lado la importancia que yo le doy al erotismo como algo primordial en la vida humana; y por otro lado el erotismo que viene de mi propia vida erótica. En la obra de Rubens me parece que el erotismo es de gran importancia, pero no creo que tuviera problemas sexuales como para hacer del erotismo la base de su obra. Hay otros artistas en cambio que basan su obra en el erotismo porque en su vida personal era algo especialmente importante.

R.R.: Pero en tu caso, hay siempre un estado de satisfacción o por el contrario existe la tristeza y la añoranza?

L.C.: Mira los cuadros. Yo creo que todo se mezcla. Lo mismo hay drama que felicidad. Si en mi pintura el erotismo es tan importante es tal vez porque ha sido reprimido y que sigue siéndolo. Si me desahogo en la pintura puede ser simplemente porque es más fácil que en la vida real.

Yo creo que hay cosas que lo apasionan a uno y lo hacen actuar constantemente de una manera de otra. Si en mi caso es el erotismo debe ser porque en gran medida yo me considero privado de felicidad erótica. No es falta de sexo, sino que el sexo estalla en mil pequeñas ilusiones y frustraciones que lo hacen constantemente presente.

R.R.: Pero habrá algo más….

L.C.: La frustración te digo. La insatisfacción de no poder unir nunca el erotismo y el sentimiento. Tal vez es esa insatisfacción constante la que me incita a pintar. Y en la pintura encuentro lo que no alcanzo en la vida real. A mí me parece que el arte es siempre producto de una insatisfacción; producto del deseo en el sentido más amplio de la palabra. El deseo satisfecho en cambio solo produce

R.R.: El estar dentro de una obra erótica te plantea un combate?

L.C.: Sí, por ser mi erotismo digamos particular, y porque al mismo tiempo pretendo emocionar a cualquier persona. No quiero que mi obra sea simplemente el reflejo de mis gustos personales. La obra de arte debe ser universal, pero a ese universalismo solo se llega, creo yo, a través de lo particular visto con amor y con pasión.

R.R.: Y esa lucha es eminentemente individual?

L.C.: Yo creo que la obra artística es siempre una pelea individual. Los grandes artistas son personas que han luchado de una manera personal para producir una obra a través de ciertos problemas, motivos5 cte. Cuando se trabaja en grupo el resultado es insípido porque para que un grupo esté de acuerdo se necesita generalizar por la superficie y a medida que se va profundizando los, desacuerdos comienzan. Los grupos en arte no funcionan porque es necesario ir hasta el fondo. El arte sale de las tripas, y es imposible poner al mismo diapasón las tripas de varias personas. Al mismo diapasón se pueden poner las ideas pero no los sentimientos y las emociones más profundas. Los artistas se pueden poner de acuerdo sobre las ideas, o sobre la forma, pero lo que hace de verdad una obra de arte es algo que está mucho más profundo y que es puramente personal.

R.R.: Yo veo en tu obra el combate más serio que se hace en Colombia contra una represión. No importa el tipo de represión….

L.C.: Tal vez por ser yo más reprimido que los demás…. Yo simplemente pretendo la búsqueda del placer; y pretendo el placer en mi pintura aunque las imágenes que pinto muy a menudo más que placenteras son dolorosas. La lucha por el placer la tenemos todos, y más particularmente en países como el nuestro, dominados por la religión católica que siempre ha negado el placer y que predica el sufrimiento.

R.R.: La muerte y el placer se plantean en tus cuadros?

L.C.: En mis cuadros no se sabe si las figuras acaban de morir o acaban de gozar. De todas maneras en uno u otro caso siempre se produce el mismo abandono orgánico.

R.R.: El aletargamiento del movimiento….

L.C.: Sí. Pero hay un sentimiento ambiguo. Se trata de una imagen equívoca ya que la muerte produce precisamente una rigidez que no existe en mis cuadros. Las figuras siempre guardan una flexibilidad incompatible con la muerte, y aunque las cubra de sangre al mismo tiempo pretendo que guarden la gracia, la sensualidad y el calor de un cuerpo vivo. Digamos que son momentos sensuales de muerte; de placer intenso, de éxtasis, en que el gesto de placer se hace dolor y viceversa. Tal vez la muerte sea en realidad uno de esos momentos. No lo podemos saber. No lo creo. Pero de todas maneras es apasionante esa semejanza que si existe entre los gestos del dolor y del placer; y te digo que si existe porque lo podemos ver cotidianamente en el más banal de los éxtasis que es el placer sexual. Los místicos hablan de momentos semejantes durante lo que llaman la unión con Dios. Naturalmente la unión con Dios, o con la Naturaleza; con la vida o con la muerte, son mucho más raros y difíciles que la simple unión sexual.

R.R.: Será el placer o la reafizaci6n del deseo lo que juega….

L.C.: El deseo nos hace avanzar. Y en gran manera el deseo erótico me hace pintar, como te explica mientras que la reafizaci6n de ese deseo es generalmente una caída brusca e insatisfactoria sobre todo cuando se trata de deseos eróticos. No estoy generalizando sino que te hablo de mi caso personal; pero yo creo que en general el deseo erótico es una promesa de placer mucho más grande que el placer mismo, y que el deseo siempre renace porque el gran placer nunca llega. Y es frustrante porque nunca se avanza, porque no se aprende, y que siempre, a cada vez, nos encontramos en la misma posición de principiantes.

En el arte sucede algo parecido. Quiero decir que las experiencias no se suman; que no se aprende. Que no solo no nos sirven las experiencias de la pintura pasada sino que inclusive las propias nuestras no nos sirven para nada, y que cada cuadro nuevo es un nuevo deseo y una nueva lucha para llegar cada vez a un nuevo resultado que no nos satisface. Tal vez el próximo….

R.R.: La iglesia católica ha predicado siempre el desprecio del cuerpo, a diferencia del arte que lo reivindica….

L.C.: No es tan simple. El arte no siempre ha reivindicado el cuerpo, pero por ser la pintura un arte eminentemente sensual muchas veces se han presentado oposiciones entre las intenciones de la Iglesia y las del Arte. Es cierto que la iglesia desde sus comienzos tuvo un santo horror del desnudo y que siempre ha pretendido la negación del cuerpo para la salvación del alma. Pero la sensualidad de los artistas siempre encontró otros caminos aunque no tan evidentes como la representación del desnudo. Tú hablas de la iglesia católica. Pero ya ves que la iglesia católica siempre ha defendido el arte y su sensualidad a diferencia de movimientos cristianos mucho más rígidos espiritualmente como pueden ser el de los iconoclastas en Bizancio, el de Savonarola en pleno renacimiento, o el de toda la reforma protestante. El concilio de Trento le da rienda suelta a la sensualidad en la pintura al mismo tiempo que define muy rígidamente las intenciones e interpretaciones de ésta. En manos de la iglesia católica la pintura se vuelve un anzuelo envenenado. Te atraen con la sensualidad para destruir TU sensualidad.

Pero nos alejamos del desnudo. Es cierto como tú dices que el desnudo estaba prohibido, que durante toda la edad Media siempre se ocultó y que si alguna vez se representó fue de la manera más antisensual. Durante el Renacimiento el sensualismo triunfa y con él la representación del desnudo; pero la Contrareforma lo oculta de nuevo y la sensualidad de la pintura busca otros caminos. Sin embargo el desnudo como representación de la sensualidad y el placer ya no se puede olvidar, y tanto los pintores como sus clientes buscan la excusa para representarlo con temas históricos y mitológicos. Dentro de la pintura religiosa las posibilidades son pocas pero los pintores las aprovechan todas. Y empiezan a proliferar las Magdalenas, San Sebastián, e inclusive los Cristos desnudos y sensuales.

R.R.: La expresión de placidez que se manifiesta en la cara de muchos mártires…. o el movimiento de la mano, la mano entreabierta….

L.C.: Los mártires mueren de muerte violenta y al morir por Cristo su muerte es un placer. Esa ambigüedad era necesaria desde el punto de vista religioso, y comprenderás que los pintores aceptaron encantados la representación de los mártires que les permitía erotizar su pintura.

R.R.: Yo he visto una cierta relación entre tu pintura y el tema de San Sebastián tratado durante el renacimiento.

L.C.: San Sebastián dentro de la mitología cristiana era la mejor excusa que podían encontrar los pintores para pintar y erotizar el desnudo masculino. De él se sabe que era un militar joven, bello y favorito del emperador; es decir que desde antes de su conversión representaba ya un ideal erótico.

Si a eso le sumas el erotismo especial de su martirio comprenderás porqué su iconografía es tan grande. Si tú ves una relación entre las imágenes de San Sebastián y mi pintura no es porque a mí me interese particularmente San Sebastián sino el erotismo que su imagen a siempre representado.

R.R.: San Sebastián es el joven, es el bello, pero es ante todo el santo. Y es símbolo de sexualidad.

L.C.: No es símbolo de sexualidad. Es pretexto a sexualidad, como puede serlo también la Magdalena. La Magdalena era prostituta y San Sebastián el favorito de Diocleciano. Si fueron considerados santos por la Iglesia fue por su arrepentimiento. Por haber renegado del cuerpo para entregarse a Dios. El interés erótico tan grande que despiertan viene tal vez del hecho de que ambos tuvieron un pasado de sexo antes del arrepentimiento y la santidad. Ambos fueron bellos también con toda seguridad ya que para ser puta o favorito de un emperador la belleza es indispensable me parece a mí.

R.R.: San Sebastián se convierte en símbolo de la sexualidad reprimida y a la vez de reivindicación de esa sexualidad….

L.C.: De la sexualidad reprimida por el hecho de que es un hombre y que su desnudez puede provocar deseos no conformes a los establecidos y aceptados. El deseo homosexual, tan corriente y aceptado en otras civilizaciones fué especialmente condenado por el cristianismo tal vez por su cualidad de placer puro y sin posibilidad de procreación, única excusa del placer para la iglesia. Pintar a San Sebastian si sería entonces una especie de reivindicación sexual. Pero no exageremos. En esa época en que aparece el desnudo en la pintura occidental muy pocas veces los pintores pintan lo que quieren. Hacen pinturas de encargo. Y se necesitó todo el nuevo espíritu pagano y hedonista del renacimiento para que las iglesias comenzaran a cubrirse de desnudeces.

Sin embargo ese momento privilegiado del renacimiento no dura. Vivo todavía Miguel Angel el papa ordena destruir o por lo menos «vestir» sus frescos. La Contrareforma niega de nuevo el desnudo y aunque la sensualidad del barroco triunfa, el erotismo se tiene que disfrazar de todos los mármoles, incienso, sedas y casullas preciosas con que Rubens y Bernini cubren sin descanso las iglesias.

R.R.: Cómo se da el desnudo en la pintura colombiana?

L.C.: Se da mal. Se da mal cuando se da y generalmente no se da. Durante el siglo XIX yo no veo sino un desnudo interesante «La mujer de Levi» de Epifanio Garay. Cano y Acevedo Bernal pintaron algunos desnudos que son más que todo academias y ejercicios de estilo.

Todos los pintores han pintado por placer o por estudio por lo menos un desnudo; pero yo no veo a nadie en Colombia que haya hecho del desnudo el tema central de su pintura. Tal vez el único es Darío Morales quien basa su obra en el desnudo femenino. Mujeres que más que desnudas están desvestidas, porque en Colombia el desnudo no existe. Estamos demasiado frustrados y obnubilados sexualmente para que el desnudo sea promesa de armonía y felicidad. Es violencia y sexo en su estado bruto.

En Colombia hay pintores que pintan desnudos como quien pinta una cafetera. Son los estetas que piensan que lo importante es hacer un cuadro. También hay quienes usan el desnudo y el sexo como medio de denuncia y de lucha. Son los ideólogos que piensan que solo importa la idea o el mensaje. Los conceptuales, que creen que el, «concepto» de un desnudo puede ser tan emocionante como el desnudo mismo. Los fotográficos que laboriosamente reproducen el grano de la fotografía. Y tantos y tantos más. Como te decía cada pintor ha pintado por lo menos un desnudo en su vida, pero yo creo que casi siempre han olvidado lo esencial, y es que un desnudo se debe pintar sensualmente, eróticamente, amorosamente. Con semen y no con trementina.

Tomado del folleto: Caballero y el erotismo.