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EL REENCUENTRO…

EL REENCUENTRO…

Había sido una larga semana de trabajo, o un largo mes. Ya no lo sabían. El trabajo los agobiaba y fatigaba. Cada día se iniciaba esperando la noche y cada lunes se añoraba el viernes como un dulce regalo, un ictus paroxístico en el cuál pasar tiempo juntos, compartir sus anhelos y fantasías.

Esa semana transcurría con normalidad, anhelando su fin. Sin embargo, no sería un fin de semana usual, aún no lo sabían ni lo imaginaban -aunque lo esperaban desde hace cerca de 2 años- cuando la vieron por última vez.

Esa noche el celular de Constance sonó ¡brrr – brrr! -no era una situación inusual por supuesto, pero la causa de esa vibración si lo era. ¡Era ella!, aquella mujer que no veían desde la fiesta de disfraces, hace un par de años. Constance aun la recordaba en su vestido de colegiala, colitas a cada lado de la cabeza y pecas dibujadas en las mejillas; una lolita aclamando ser aleccionada y disciplinada. No hubo tiempo esa noche, pero sus inflamados deseos aun la recordaban.

El mensaje era claro: “¡he vuelto de mi viaje y me gustaría verte!”

Constance sabía que significaba ese reencuentro, su piel se erizaba al imaginarlo -no había notado cuanto deseaba ese encuentro hasta que lo sintió cerca y posible-. Inmediatamente organizó una cita -¡Tengo una sesión fotográfica esta semana!- ¿me quieres acompañar? –Preguntó.

Elle -era su nombre- aceptó la invitación sin rodeos, ella había iniciado el contacto, ¿Por qué rechazarlo ahora? -¡También lo deseaba, sin duda la deseaba!

Un par de días después se encontraron en medio de un ambiente erótico sin haberlo pensado o planeado. Era una locación dedicada al trabajo por webcam, un espacio diseñado para transmitir escenas sexuales en vivo a diferentes usuarios por todo el mundo. Allí estaban, semidesnudas, ataviadas con mallas, lencería negra y sus pieles palpitantes al hallarse tan cerca. No estaban solas, les observaban a través del lente de la cámara -¡eso no las detuvo!- todo lo contrario, les excitaba verse por primera vez en dos años sin apenas haber conversado o intercambiado anécdotas o experiencias desde aquella vez. Sus cuerpos hablaban por ellas, se atraían, querían tocarse, sentir su piel tibia, los labios húmedos -¡Ésa!- esa sería su comunicación esa noche- serían sus pieles y miradas las que intercambiarían las experiencias y deseos acumulados durante todo ese tiempo.

La tensión era insoportable, cada una sería fotografiada individualmente. Al iniciar la sesión, cada una posó siguiendo las instrucciones del fotógrafo, pero con solo una intención en su cabeza: -¡mírame… mírame…deséame…! -su sexo palpitaba con cada clic, con cada flash – ¿Cuándo la tendré cerca? se preguntaban – ¡queremos fotos juntas!, se decían. El momento llegó y la tensión se hizo goce. Sus pieles se encontraron, se erizaron al primer contacto, mientras su respiración cedía y se escuchaba un pequeño suspiro de alivio entre la dos, justo antes que sus labios se entrelazaran y probaran de su dulce humedad -¡Ufff! … ¡que rico! … ¡por fin! -Pensó Constance- si tan solo estuviera aquí Mr. D para vernos, para disfrutarnos -¡no importa!– Concluyó -¡Ya lo vera!- Por ahora, disfrutare yo. Y se hundió en sus besos.

Mr. D conocía las intenciones de Constance y esperaba que los deseos de Elle fueran iguales. Él también la recordaba y deseaba. Su anatomía era muy parecida a la de Constance; sus curvas, la silueta y volumen de sus senos; la cabellera rojiza, hasta el tamaño de sus pezones era similar. No hallaba la hora de encontrarse sumido entre ellas, rodeado por sus tetas y abrazado por sus piernas. La sola idea le excitaba y le impedía pensar en otra cosa. Le placía imaginar que podía ocurrir, dónde y cómo. Estaba nervioso, de suceder, sería su primer trio con otra mujer, quería que fuera inolvidable, memorable.

Constance y Mr. D no podían aguardar más, dos años habían sido suficientes.

Esa misma semana la llamaron e invitaron a una fiesta electrónica. Elle aceptó. Se verían el sábado a las 9:00 pm en un bar de Chapinero.

Mr. D sugirió que Elle fuera vestida con su ropa más sexy y atrevida. Constance sin duda asistiría a la fiesta usando mallas, ligueros, arnés o cualquier otra prenda que le hiciera lucir hermosa y deseada, Elle debería verse y sentirse igual. Sería su noche, y las dos deberían explotar toda la lujuria que contenían.

El sábado llegó. La ansiedad era aún mayor para Constance y Mr. D -desconocían los planes de Elle, pero sabían muy bien los suyos- querían pasar una noche llena de voluptuosidad y lujuria.

Ellos arribaron primero al local. Parecía un túnel, iluminado lateralmente por fuertes láser azules, naranjas y rojos  ¡Era un bunker!, -diseñado para estimular los sentidos-, paredes recubiertas y acolchadas para mejorar la penetración del sonido y perderse o tal vez encontrarse en el bit de cada Dj; luces estrambóticas y parpadeantes inundaban la visión y alteraban la percepción; no tenía sillas o sofás, para obligar a sus asistentes a bailar toda la noche. Lograr con éxito dicha maratón tras una larga semana de trabajo y estudio representaba todo un reto para la pareja – pero eso tenía solución, y Mr. D -¡lo sabía!

Elle llegó al poco tiempo, no se hizo esperar, seguramente su ansiedad era igual de incontrolable.

Llevaba medias de malla con liguero, junto a una pequeña minifalda a cuadros y una blusa blanca de escote profundo, tenía el cabello rojizo suelto y liso. Llego despejada, pero nerviosa -su sonrisa trémula y sus manos sudorosas le delataban. Saludó primero a Constance -por supuesto-, se sentía más cómoda con ella; a Mr. D lo saludó con un beso rápido en la mejilla como si saludara a alguien del trabajo que no veía hace mucho tiempo.

Pidieron una cerveza para cada uno y empezaron a hablar de tonterías, anécdotas y las cosas que cada uno había vivido en los últimos años, sus bocas hablaban cuando sus labios querían tocarse.

Constance inició todo, siempre lo hacía. Su sensualidad no podía ser contenida y mucho menos rechazada. Tomó a Elle por la cintura con sus manos por detrás y empezó a contonearse al ritmo de la música, mientras guiaba a Elle con sus manos suavemente de un lado a otro, acercando las nalgas contra su vientre; acercó su rostro al cuello de Elle, -ella era un poco más alta que Constance- así que Elle sentía la agitada pero pausada respiración de Constance sobre su cuello, humedeciéndolo, tibiándolo y erizándolo. Elle empezó a cerrar sus ojos y dejarse llevar por la música y las experimentadas manos de Constance, no comprendió en que momento había girado su cuerpo, pero ya se encontraba frente a frente del rostro de Constance, quién ofrecía sus labios entreabiertos, ávidos de un primer beso -Elle accedió- ¿Cómo no hacerlo? -Estaba allí por ella y la deseaba. La música se hacía más fuerte, más envolvente. Las luces embriagantes inundaban sus dilatadas pupilas, se difuminaban en haces de colores que viajaban por el espacio seguidos por los movimientos de sus cabezas, sin que sus cuerpos dejaran un solo segundo de contonearse, tan cerca una de la otra que era difícil notar donde iniciaba una piel y donde terminaba la otra.

Mr. D observaba desde una columna el espectáculo -aquellas dos mujeres disfrutándose íntimamente- ajenas a cualquier cosa que ocurriera a su alrededor, ajenas incluso a él mismo.

No existía nadie más, solo ellas y el placer que les producía el baile. Mr. D se acercó a la pareja, no quería perturbar su privada atmósfera, pero deseaba percibir esa sensualidad más cerca de su cuerpo, ¡no quedó otra opción!, debió romper la esfera que les protegía –Las abrazó, rodeó a cada una por la cintura con sus brazos, mientras seguían danzando. Ambas le recibieron con agrado e inmediatamente levantaron sus miradas -Preguntaron donde se había metido- nunca notaron que las observó todo el tiempo y que no había podido resistir más la tentación de acercarse y tocarlas.

Sus manos iban bajando hacia las caderas de Constance y Elle, ninguna parecía notarlo o acaso importarle. Para cuando sus manos llegaron a posarse sobre las nalgas de cada bailarina, los labios de la terna ya se habían topado y se hundían en un soliloquio de besos, lengua y humedad -que todos podían ver, pero que ellos gozaban solitariamente, sin que nada a su alrededor importase.

La música se detuvo por un instante, Mr. D se retiró en busca de cerveza. Constance y Elle reiniciaron el baile, tomadas de la cintura y apretando el vientre en contra de la otra, entrelazando sus piernas, la música marcaba un ritmo distinto, pero a ellas nada les importaba, simplemente querían estar tan cerca como fuera posible. Hablaron cosas al oído, se besaron y rieron.

Mr. D regresó con las bebidas y Constance le propuso un juego – Elle y yo hemos hecho una apuesta y tú eres quien decide quien será la ganadora -Mr. D frunció el ceño en señal de confusión y permitió que Constance prosiguiera:

– ¡Hoy vamos a decidir quién es la más… perra! – Dijo Constance entre risas y manoteos.

– Mr. D sonrió pensando que era una broma – ¡No entiendo! – ¿Quién es la más perra?…

– ¡Sí!… así como lo oyes, vamos a competir por quien es capaz de excitarte más esta noche, y así obtener el título de la más perra –y volvió  a reír a carcajadas.

– ¡Que comience el juego entonces! -no había terminado su frase, cuando Mr. D añadió- ¿Qué obtiene la vencedora? -Constance se apresuró a responder -convencida de su victoria- ¡La ganadora podrá pedir el deseo que quiera y tendrá que obtenerlo esta misma noche!

Por supuesto Constance tenía la ventaja, conocía bien los fetiches y gustos de Mr. D. En cambio, Elle no sabía casi nada de él, sabía que era swinger, asistía a fiestas eróticas y poca cosa más; sin embargo, justamente ese desconocimiento podría ser su fortaleza, todo aquello que hiciera sería una novedad, una experiencia nueva, al menos entre ellos dos.

 

 

– ¡Ahora sí que inicie el juego! – ¿quién empezará? – Pregunto Mr. D.

– Constance dio una nalgada a Elle, invitándole a ser la primera. Elle se notaba nerviosa, insegura, se tambaleaba sobre sus pies sin atreverse a algo -pasaron algunos segundos que parecieron minutos para ellos- la tensión y expectativa era muy alta, cada segundo contaba.

Mr. D se apresuró  a preguntar si debía pedir o preguntar algo -no había logrado terminar su cuestionamiento- cuando Elle se abalanzo sobre él, pasó el brazo derecho sobre su nuca para acomodar su cabeza y así poder introducir la lengua en lo más profundo de su garganta. Casi no podía ni respirar, era un beso profundo, húmedo, casi rabioso. La mano izquierda de Elle se posó sobre la entrepierna de Mr. D, mientras el miembro se inflaba lentamente llenando la mano de Elle, que amasaba y apretaba su virilidad con firmeza. El beso se prolongó, Mr. D sujetaba las nalgas de Elle, apretándola hacia él, hundiéndose en un amasijo de manos y saliva; de repente la necesidad de respirar de Mr. D interrumpió el beso, Elle se retiró sonriendo, pasando un dedo sobre sus labios, tratando de limpiar el exceso de humedad.

Mr. D apenas recuperaba el aliento, cuando Constance dijo: ¡es mi turno, observa! -Se distanció del grupo, caminó hacia una esquina del bar, donde se encontraba un pequeño grupo de amigos -eran tres mujeres y dos hombres- todos jóvenes, no superaban los 25 años. Se acercó a ellos, los saludo e intercambiaron algunas palabras -todos rieron. Se aproximó aún más a una chica que se encontraba en el centro del grupo, estaba recostada en la pared, al parecer descansando del intenso baile, los ojos de la chica se abrieron, se incorporó alejando la espalda del apoyo ofrecido por la pared al ver qué Constance la tomaba por la cintura y le propiciaba un apasionado beso -la chica la rodeo con sus brazos alrededor del cuello aceptando sus labios y caricias- No pasaron más que unos cuantos segundos y Constance retiro a la chica, dio un paso al lado y tomó a la amiga que se encontraba a su izquierda. También la besó. Hizo lo mismo con el resto de amigos, tres mujeres y dos hombres. Todos compartieron los labios de Constance, sintieron la humedad y la carnosidad de su deseo, fueron sus juguetes y lo disfrutaron. Constance se despidió del grupo, mientras ella se alejaba, todos reían y se miraban sorprendidos, no comprendían que había sucedido, pero no les importaba. Antes de que Constance se reuniera con Mr. D y Elle todos bailaban nuevamente.

Al regresar dio un tierno beso en la boca de Mr. D, como si dijera: ¡de nada!,… sé que te gustó -aún siento su aroma en mis labios –  Mr. D no dijo nada. Solo sonrió con beneplácito y complicidad.

  • Es tu turno Elle, ¿qué harás?, preguntó Constance.

Elle se sentía retada, la poseía una intensa sensación de competencia y lujuria. Había entendido que a Mr. D le excitaba observar a Constance con otras personas, de seguro no tendría el mismo efecto si lo hiciera ella. Así que debía elegir otro enfoque, sabía que debía concentrarse en él, y así lo hizo.

Se acercó lentamente hacia Mr. D sin dejarlo de ver directamente a sus ojos, seduciéndole, tratando de avergonzarlo. Mr. D sostuvo la mirada, Elle le habló al oído entre murmurios – ¡no traje ropa interior! … ¡tócame! -Tomó la mano de Mr. D y la llevó a su entrepierna, subiendo la falda de cuadros. Mr. D posó la palma de su mano sobre el vientre bajo de Elle, su piel estaba tibia y un poco sudorosa, pero fue una sensación agradable, reconfortante; poco a poco subió su mano, estiró el dedo índice y medio buscando los labios de Elle, al encontrarlos, quería separarlos para introducir un dedo en la caverna de Elle, la cual se encontraba aún más tibia, prometiendo un interior tórrido y humeante. Las medias de malla le estorbaban -Elle lo notó-, bajó las manos, apartó la falda lo suficiente para posar sus manos a lado y lado de la entrepierna y rasgo las medias -¡ahora nada se interpone!… ¡tócame!- dijo Elle – Mr. D hundió el primer dedo en la cavidad, era abrasadora y estrecha, poco a poco masajeó el clítoris a la vez que metía su dedo sobre esa callosidad rugosa que se encuentra en la pared vaginal apenas introduces un dedo, sentía como se abultaban las partes, se tornaban más turgentes y jugosas. Cada vez era más fácil encajar y sacar el dedo. Introdujo un segundo dedo. Se deslizaban con destreza, sus gimoteos se hacían más fuertes y eso le encendía más -la multitud alrededor ignoraba lo que ocurría, la música era muy fuerte y acallaba los gemidos-, sin embargo, ¡alguien los notaba!, …Constance observaba con delirio y ansiedad,  deseando participar, deseando ser ella, se sorprendió al notar que su mano se posaba sobre su ropa interior, buscando su sexo, no se resistió e introdujo sus dedos profundamente en su oquedad, retiró su mano, la olió en un suspiro prolongado y lamio sus dedos con avidez.

Elle se sentía agotada, su sexo estaba a punto de explosionar en un mar de elixir y no lo considero conveniente en ese momento, así que se retiró, dando un tierno beso a Mr. D, quien permaneció estático -con su mano estirada- aún en búsqueda de un poco más de aquella incandescencia.

Ahora era el turno de Constance, su excitación era irreprimible, todo su cuerpo pulsaba y quería dar rienda suelta a su lujuria. No podía pensar, solo sentir, no había planeado nada, la ansiedad se apoderaba de ella. Les miro a los ojos, y en ausencia de cualquier rasgo de vergüenza, les agarro de las manos y los llevo con apuro al baño.

Entraron al baño de hombres, los encajó dentro de un cubículo, estaban muy cerca el uno del otro, el espacio era reducido y no había más remedio que permanecer cerca, sintiendo la fragancia y la transpiración de cada uno. Constance beso a Elle con desesperación mientras rodeaba por la cintura a Mr. D con sus brazos. Bajo la blusa de Elle, descubriendo su pecho, liberó las tetas y empezó a chuparlas y apretarlas con ímpetu. Con la mano que rodeaba la cintura de Mr. D, desabrocho el pantalón, liberando la verga hinchada y dura, inmediatamente se arrodillo a mamarlo, no sin antes llevar la cabeza de Mr. D al pecho humedecido de Elle. Constance anegaba de saliva el pene y se arqueaba de vez en vez, mientras Mr. D alternaba su boca entre los labios de Elle y sus tetas -eran parecidas a las de Constance, pero más turgentes y pesadas-, así que no pudo evitar abofetearlas y enrojecerlas mientras apretaba la mandíbula de Elle entre sus dedos. La mano derecha de Constance masturbaba a Elle, todo era un cumulo confuso de besos, caricias, palmadas y saliva. Se acercaban al clímax cuando un ruido los alertó y detuvo. Varios hombres habían ingresado al baño y discutían –la tripleta deseaba continuar, su placer era más importante- así que continuaron en silencio, relenteciendo sus agites, dándose tiempo para disfrutar pausadamente y observar los gemidos ahogados de los demás.

El ruido cesó de repente, despertaron del sopor en que se habían sumido, abrieron la puerta, acomodaron sus ropas y volvieron a la fiesta, como tres desconocidos.

Mr. D se sentía agotado, se preguntaba cuanto más podría seguir el juego, su exaltación era absoluta, pero temía no recabar fuerzas suficientes para aguantar toda la noche. Sin embargo, el reposo fue insignificante -Elle tomó la iniciativa- tras rellenar sus vasos de cerveza, y beber algunos sorbos, observó a sus acompañantes, sonrió y dijo: ¡ya vuelvo, no tardo!

Al regresar venia acompañada de un hombre alto, moreno y apuesto. Se acercó a Mr. D y susurró a sus oídos: ¿te gusta ver a tu esposa en manos de otros, verdad? -Mr. D no tuvo tiempo de contestar-, la respuesta era afirmativa por supuesto, pero Elle prosiguió: -¡pues ahora tendrás que imaginarlo!

Se retiró afanosa, tomó a Constance del brazo y sin preguntarle nada, se la llevo de nuevo al baño en compañía del joven moreno.  Mr. D inmóvil y pasmado, comprendió que ocurriría y no podía creer que fuera a pasar sin él poder presenciarlo -su cabeza hervía- toda la sangre de su cuerpo se descentralizó, la sentía correr por su piel a toda velocidad, dejando un manto de vapor a su paso, que lo encendía más -no era rencor ni ira, era fogosidad profunda, fuera de su control e imaginación. La incertidumbre hacia latir su corazón más allá de los bits que retumbaban en sus oídos,  su cuerpo estaba paralizado, pero,  ¿su mente?… ¡su mente no!- sabía que debía moverse y lo logró. Se dirigió nuevamente al baño.

Al llegar, no sabía en cuál ingresar – ¿hombres o mujeres? – ¿a cuál habrán entrado esta vez? – Entró primero al de hombres, inspeccionó cada puerta y no encontró nada, solo podían estar en el de mujeres -era obvio-, así sería más difícil para él seguirlas. Se acercó al baño de mujeres, era un largo pasillo con inodoros a un lado y el lavabo al otro, la puerta solo permitía ver la parte inferior de cada sanitario, unos tres o cuatro estaban ocupados, pero era oscuro y confuso. Sin embargo, poco a poco se fueron vaciando -excepto el tercero- y allí lo advirtió.

Eran varias piernas las que ocupaban ese cubículo. No podía ver nada, escuchar menos, solo observaba un amasijo de piernas y pies retorcerse, de vez en cuando creía escuchar un gemido o un grito, pero no estaba seguro si era real o aquello que deseaba escuchar, pasaron cerca de 20 minutos y Mr. D no se movió un ápice de aquella puerta. Por fin el cubículo se abrió.  Primero salió Elle, acicalándose y dándole aviso a los otros de vía libre para salir incólumes de su aventura.  El segundo en salir fue el hombre moreno, se acomodaba su miembro aun semi erecto dentro del pantalón y cerraba su bragueta, se apresuró a salir del baño y lanzó una sonrisa complaciente a Mr. D al alejarse -¡por fin salió Constance!- Su cabello era un desastre, parte de su ropa se había estropeado, todo su maquillaje se había corrido y su falda se encontraba por encima de la cintura. Se acercó al lavabo, se compuso y salieron las dos al tiempo, pasaron por el frente de Mr. D sin siquiera notar su presencia.

Trascurrieron algunos minutos antes que el trio se agrupara de nuevo. Cuando Mr. D volvió a ellas, estaban absolutamente complacidas y llenas de regocijo. Constance explicó lo que había ocurrido: Elle la había llevado al baño con aquel hombre -al entrar- le arranco la ropa, subió su falda y después de besarle, le exigió que apoyara las manos en la pared y que no volteara – Elle preparó al hombre, lo besó y masturbó -cuando estuvo listo- colocó un condón en su verga de 20 cm y la empuño para clavarla en la concavidad expectante de Constance, mientras el hombre diestramente perforaba a Constance con su gran verga, Elle besaba y tiraba del cabello de ambos, marcando el ritmo –acelerándolo… pausándolo- cada vez que notaba que el hombre podía terminar, detenía el ritmo y lo estimulaba con su boca para mantenerlo firme y vigoroso, al retomar forma el miembro, le permitía volverlo a hundir en Constance, quien solo advertía la pared y recibía cada latigazo con placentero dolor –gimoteaba, gramaba, gemía y gritaba, sin estar al tanto de su voluntad– ¿Quería que se detuviera o que continuara? – no lo supo, no tuvo tiempo para pensarlo, solo para gozarlo –además, ella no daba las órdenes, era Elle quien marcaba el ritmo, durante 20 perennes minutos -que para todos fueron horas-, hasta que el hombre ignoró las ordenes de Elle y su leche inundo la campanilla del condón. Constance recibió la última embestida con temor que sobrepasara su vientre, fue tan profunda y punzante, que sus rodillas cayeron, el grito no logró salir de su garganta – ¡pero su orgasmo sí! – vertido en deliciosos líquidos que bañaron sus piernas. La escena restante fue presenciada por Mr. D  y era historia, aunque ellas lo ignoraban.

La historia resultó más excitante para Mr. D que cualquier otro momento de la noche, sentía que su verga no podría más y en cualquier momento estallaría, pero antes de eso quería poseerla, quería poseerlas.

– ¿Ya termino el juego? Preguntó Mr. D.

– ¡Me queda un turno a mí! , afirmó Constance – después podrás decidir quién ganó.

– ¡Que sea rápido!, pidió  Mr. D.

– No te preocupes, añadió Constance -ya podemos irnos si quieres.

– No entiendo, quedaba un turno tuyo, ¿no?

– ¡Ya está en juego! – respondió Constance – ¿Recuerdas el grupo de chicos que bese hace un rato?, hable con ellos después de salir del baño, y nos van a acompañar esta noche, así que podemos irnos ya.

– Mr. D, impactado no dijo una sola palabra, sus ojos se dilataron cubriendo de negro casi todo su iris – Constance lo tomó de la mano, se dirigieron al grupo y lo presentó – intercambiaron nombres, por supuesto no memorizó ninguno, ni los escucho – Tras presentarse, recogieron sus cosas y se marcharon hacia la casa de Mr. D y Constance.

– Aun no podía decidir quién sería la ganadora, debían ir a casa y averiguarlo.

Continuará…

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Fotografías: @caosyperversiones @caosbogota

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