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Sexo vainilla, de verdad, ¿es tan malo?

Sexo vainilla, de verdad, ¿es tan malo?

Ahora todos sabemos de sexo… por lo menos eso es lo que creemos. ¿O no? El otro día cuando el tema tocó la mesa, acompañado de tragos y amigos fantasías y fetiches compartidos nos hacían creer que teníamos todo el conocimiento, además que hacíamos parte de lo «normal» así no supiéramos la diferencia entre fetiches y parafilias o a partir de qué momento el DSM (El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) considera estos un problema mental. Pero por ahora no vamos ahondar en estos temas.

Entonces pensé en el sexo vainilla, ese al que llamamos «convencional» y que es percibido muchas veces como aburrido y monótono, con las posiciones conocidas, sexo oral y anal; ese que queremos mejorar. ¿A caso usted no ha querido reavivar la relación? Pero, ¿debemos castigar a este «sexo convencional » solo porque no es kinky?

Entonces mi mente que normalmente es pervertida por la curiosidad de saciar fantasías, voló a un momento muy particular, llegó hasta el recuerdo del que voy a llamar «El más» ya que hasta ahora es el mejor amante que he tenido, y me di cuenta que lo más anormal que me pidió mientras estuvimos juntos, fue que me dejara las gafas mientras lo hacíamos. Creo que le excitaba ver mi cara de intelectual teniendo orgasmos producidos por él.

¿Cómo explicar que al que considero mi mejor amante sea un sexo vainilla? Pues él, no sólo tenía TODO lo que físicamente me gusta de un hombre, además era músico, tenía un trabajo estable que lo mostraba interesante y le gustaban los perros. ¡Debo aclarar que lo de nosotros no era amor!

No sé en qué momento, porque no fue ni la primera ni segunda vez, pero sin darme cuenta se convirtió en mi mejor polvo. Era tanto el placer que me hacía sentir una y otra vez, que nuestros cuerpos resbalaban con nuestro sudor, cada posición que hacía era más precisa, porque engranábamos como si fuéramos uno. Su cuerpo era delgado pero tonificado, sus piernas y culo duro, su pene mmm… blanco, circuncidado, grande y grueso, su sabor era tan masculino que podía quedarme horas lamiendo todo hasta su fin… y sus líquidos, tenían la textura perfecta para pasar por mi garganta. Sus manos sabían acariciar, deslizándose por mi cuerpo, tocando sin prisa pero con fuerza y su boca no sólo daba los besos tiernos y apasionados, sino también sabía lamer mis pezones y mi sexo de una forma que me hacía venir en su cara.

Sí, la verdad podrá sonar raro para la comunidad BDSM, (Bondage, Disciplina, Dominación y Sumisión, Sadismo y Masoquismo) pero nunca había sentido más conexión con un hombre sexualmente, que no hizo falta sumisión, bares swinger, ni siquiera alcohol. Las posiciones de siempre, nunca fueron monótonas, ¿cómo serlo? Si siempre estaban acompañadas de pasión, fuerza y conexión.

Como me dijo un día alguien, para el sexo no es necesario tanto, pero hay 4 cosas que pueden ayudar: no tener asco, no tener prejuicios, tener la mente abierta y tener seguridad. Así que mientras “amemos el sexo” no importa sea vainilla o BDSM, encarguémonos de disfrutarlo de acuerdo a nuestra pareja, a nuestros gustos y creencias y si necesitan un poco de spice up para la relación pero “nivel básico”, comience por leer sobre sexo, esto hace que la mente se abra y aumenten las ganas, use nueva ropa interior, ¡hable! decir lo que siente cuando está excitado, lo que le gusta de la otra persona a una máxima expresión, créame puede subir el nivel, juegue con los sentidos; comience a disfrutar el olor  y sabor de los fluidos, acaricie despacio sintiendo y explore nuevas partes.

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