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Blanco

Blanco

En el bar la soledad la llamaban Blanco, Blanco como la cocaína más pura de la mesa  un traqueto de barrio, Blanco no Blanca. Blanco;  porque le gustaba encajar en la rareza de sus propios pensamientos se sentía alucinógena y altamente adictiva. Una tarde perdida entre las sombras bohemias Blanco vestida de mujer con plataformas rojas y sombras con glitter o brillantina, se tomó un trago de whisky barato, sintió el quemar del trago en su garganta y decidió que ese viernes de tarde bohemia no llegaría a ser sábado.

Se  había cansado de ver amaneceres en su cara estropeada por los años,  ese querer y no querer ser una puta de barrio, sus sueños de ser una diva murieron el día que nació, cuando a su padres les avisaron nació un varón, ella alguna vez él,  nunca encajo en el mundo ni tubo el cariño de nadie, el ser diferente siempre la jodio.

Ahora a sus casi 50 llena de arrugas, cansada de pararse cada noche en la esquina del bar la soledad, con ese pucho de cigarro malboro entre sus dientes amarillos, pidiendo cada noche  al dueño del bar la dejara entrar a ese baño sucio con olor a orines, llevaba 25 años en la misma esquina lo único que había cambiado es esos años por esas viejas y malolientes calles era su cara que se había deteriorado como una flor marchita con el paso de los años. Ya el maquillaje no le cubría sus imperfecciones ni le afinaba el rostro, solo lo disfrazaba con un payaso con vestido, pero Blanco quien siempre se vestía de rojo y negro al sorbo de ese  whisky decidió que esa noche en el bar la soledad acabaría de un tajo su propia miseria.

Siendo eso de las 4 de la tarde alisto su vestido rojo, ese que encontró entre las basuras de esa calle de gente rica y alta sociedad, el vestido rojo propio de una diva que solo se ponía en ocasiones especiales y esta noche sería una de ellas, alisto en la cama su faja color negro y el frasco de pachuli que guardaba celosamente, en su cuarto de 3×3 no tenía baño, pues su inquilinato era de baño común, por lo que Blanco llevo su jabón y máquina de afeitar  para su ultimo ritual, siendo eso de las 6 de la tarde comenzó a maquillarse con el carmesí en los labios  comprimidos por los años, boca de arrugas y malboro , esta noche quería brillar, se puso los trapos en su brasier de relleno y las medias de malla rotas que se robó del patio de atrás.  Tendió su cama, le rezo a la virgen del Carmen, beso a San Antonio a quien siempre le pidió un marido, que nunca llego, pero aun así siempre le trajo uno que otro sucio cliente.

Como recordaba la época en que siendo joven estaba rodeada de hombres que pagaban por su cuerpo, creo que eso lo llevo a este mundo de las calles era lo más cercano a ser la diva que siempre soñó, ahora ya ni el polvo cubre los años y  la vida en las calles le triplico la edad o tal vez en el degenero de sus días habría contraído alguna enfermedad terminal que la falta de salud pública ni la dio por enterada, hace años no visitaba un médico, la última vez que fue a un hospital fue por un par de puñaladas en una pelea callejera entre perras.

Ahora ya vestida camina por las calles con el glamour de una gata, se para frente al bar la soledad enciende su cigarro, espera un par de horas a ver si tiene suerte y antes de morir hace un par de billetes para comprar una botella de whisky barato,  pero para ser la noche de su muerte no tuvo suerte nadie acudió a su rescate con par de monedas. Entonces a eso de las 11.30 simplemente entro al bar la soledad le pidió una canción a la vieja rockola con sus últimas monedas  y como si el hombre de la taberna presintiera la muerte de este viejo travesti le ofrece un vaso de whisky el primero en 25 años de entrar al mismo lugar a Blanco se le aguaron los ojos y se le corrió un poco de rímel negro por sus mejilla caídas, se tomó el vaso de whisky cual si fuera un manjar, pidió el baño prestado y entro a orinar,  descubrió entre sus bragas la razón de sus odios, su enemigo personal, ese que no lo dejaba ser la dama que soñó ser, se guardó sus penas encendió un cigarro, beso el malboro como su amante  más fiel, se retoco el labial espero que se fuera el ultimo borracho del baño, saco su cuchilla de barbero, cuchilla que robo hace muchos años de una amante barbero que le dio mala vida y la golpeaba constantemente, miro el filo renegado y brillante de su arma  letal y entre el vómito y orines de los borrachos del bar la soledad, Blanco corto de un tajo la yugular de su cuello, cayendo en el piso del baño derramando su sangre por el suelo.

Así minutos después y antes de las 12 Blanco antes llamado Francisco  Perdomo, se quitó la vida en compañía del único lugar donde irónicamente no se sentía solo.